6 de febrer del 2005

06/02/2005 - Maladeta


Llegamos el sábado a Benasque. Una rápida visita a la Barrabés, más por ver cosas que por poder comprarlas, unas compras de última hora en el supermercado, un bocata caliente en el bar de los guías, alquilar unas raquetas y volver al coche.

Un tramo más de carretera y dejamos el coche a un lado de esta, junto al desvío hacia el Hospital de Benasque.

Mochilas a la espalda y a patear.

Poco antes de llegar al Hospital ya nos podemos poner las raquetas. Seguimos, bastante rápido y muy cómodamente por las pistas preparadas para el esquí de fondo y las excursiones con raquetas hasta llegar a la Besurta y desde aquí la subida hasta el refugio de la Renclusa es bastante directa.

Llegamos al refugio de la Renclusa (2140 m), que está cerrado, y entramos en la parte del refugio libre. Es caótico. La parte donde está la chimenea y el comedor está lleno de nieve y en la habitación de las literas, donde al menos hay colchones, se ha hundido parte del techo y ha entrado un poco de nieve. Oímos voces, salimos fuera, donde de momento hace sol y menos frío que aquí dentro y nos encontramos con Alex, un amigo de Barcelona.

Charlamos un rato con el y con sus dos compañeros. Están haciendo una travesía con esquís y han parado aquí por casualidad.

Poco después nos despedimos y sin perder más tiempo nos ponemos manos a la obra.

Encontramos una pala y pasamos un buen rato sacando nieve. Una vez finalizada la limpieza Quico prepara algo para comer mientras yo le doy los últimos golpes de piolet al hielo de la puerta que no deja que se cierre.

Después de comer se nos empieza a hacer un poco extraño no ver a nadie más. En una zona como esta, con el Aneto aquí al lado es muy raro no encontrarse con alguien.

Pasamos la tarde fuera, charlando, mientras el sol aun nos da algo de calor.

Al oscurecer un poco entramos en el refugio y no mucho después aparecen tres personajes. Una invasión bárbara donde si nos despistamos hasta perdemos nuestros sitios para dormir No sabría como definirlos pero sin ser mala gente no puedo decir que nos cayeran demasiado simpáticos. Digamos que van a su rollo y no mantenemos muchas más conversaciones que las habituales por estos lares mientras cenamos algo; como se llaman, de donde vienen, que tienen pensado hacer al día siguiente…en estas que llega la hora de ir a dormir y sin perder ni un segundo ya estamos metimos en los sacos y sobre un colchón, que maravilla.

Nos despertamos de madrugada y todavía hace mucho frío. Nos despedimos de los tres tios, que ya se ponen en marcha con la idea de hacer la cresta de Alba y nos hacemos una sopita para calentar motores. Salimos fuera, nos calzamos las raquetas y nos ponemos en marcha.

Desde aquí seguimos la ruta normal de ascensión al Aneto, en dirección al Collado de los Portillones, remontando palas de nieve de unos 40º. No hay más huellas que la de los tres que han dormido con nosotros y que por la luz de sus frontales, parece que también van para arriba, suponemos que deben haber cambiado de idea. Llegamos a la altura del Portillón Superior (2800 m), punto por el que se cruza hacia el glaciar del Aneto, y seguimos subiendo mientras amanece y las primeras luces iluminan las nubes en el horizonte. Allá arriba, tres puntos giran hacia la derecha, ya nos parecía raro ir hacia los picos de Alba ganando tanta altura. Ahora ya tenemos justo enfrente el pico hacía el que nos dirigimos, La Maladeta.

Llegamos a la altura del glaciar y desde aquí, casi sin perder la interminable línea recta, vamos hacia los pies del Collado de la Rimaya (3100 m), situado a la derecha del pico. El viento ha arreciado y el frío empieza ha ser algo insoportable, además allá arriba ya nos hacemos a la idea de que va a ser bastante más desagradable.

Cambiamos las raquetas por los crampones y los bastones por el piolet y ascendemos por un corredor de unos 60º con nieve muy buena, que finaliza en el Collado de la Rimaya (3200 m).

El viento nos golpea con fuerza pero ya casi lo hemos conseguido. Giramos a la izquierda y remontamos una fácil arista hasta la cumbre de La Maladeta (3308 m).

El tiempo justo de hacerse unas fotos y otra vez para abajo. Quico baja la canal casi corriendo y yo que soy más cagado la bajo de espaldas, muerto de envidia, hasta que cojo algo de confianza.

Una vez abajo y un poco a salvo del viento nos sentamos a descansar, bebemos algo de agua, cuatro frutos secos y ya sin crampones ni raquetas hasta el refugio donde paramos a recoger lo que habíamos dejado.

Otra vez un descanso, pero esta vez un poco más agradable y largo que el anterior. Un último vistazo a la montaña y nos ponemos en marcha, ahora ya solo queda un paseo hasta el coche.